Hacia el mejoramiento colaborativo: tomates criollos con cuidados biodinámicos

Como parte de los tres experimentos que Bioleft conduce para testear y ajustar su red de mejoramiento colaborativo, durante 2019 se entregaron semillas de tomates criollos recuperadas por el proyecto Al rescate del tomate criollo -liderado por la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires- a cientos de huerterxs y productorxs. Uno de ellos es Juan Martín Richter, que trabaja un campo dedicado principalmente a plantas medicinales en La Choza, General Rodríguez, Buenos Aires. Allí fuimos, para hacer seguimiento de la evolución de los tomates y conversar sobre las posibilidades de Bioleft.

Juan Martín Richter e Indiana junto a los tomates

El trabajo de Richter está alineado con los preceptos de la agricultura biológico-dinámica, y así ofrece un contraste con los otros dos experimentos de mejoramiento colaborativo: el de maíces, con producción orgánica, y el de forrajeras, con producción agroecológica. A través de estos experimentos, Bioleft explora cómo apoyar el desarrollo de formas de agricultura alternativas a la de gran escala, que conlleva alto consumo de agroquímicos, tiende al monocultivo y reduce la biodiversidad. Para eso resultan valiosísimos los testimonios y aportes tanto de lxs mejoradorxs que aportan las semillas como de lxs productorxs que las siembran y cultivan.

Planta de tomate criollo

Los tomates criollos, que crecen de semillas antiguas traídas de bancos de Estados Unidos y Alemania, están creciendo bien, a pesar de la zona del conurbano bonaerense es más húmeda que las regiones tomateras por excelencia. Richter registra datos agronómicos que compartirá con los mejoradores de FAUBA a través de Bioleft.

“En el día a día y sobre todo en el ciclo de diversos cultivos, es donde se empiezan a apreciar las diferencias de los cultivos y donde uno adquiere la capacidad de observar desde un punto de vista mucho más profundo. En el caso del mejoramiento, la observación es fundamental… Entrenando esa capacidad de observación se pueden sacar un montón de conclusiones que después se traducen en rendimiento, en calidad sensorial, en el gusto”, enfatiza Richter. “Para ser un buen mejorador, creo que uno tiene que ser un buen observador, y para ser un buen observador, uno tiene que tomarse el tiempo de observar, y para eso, tiene que acompañar a los cultivos”. Así avanza el mejoramiento colaborativo: involucrando a productorxs en el proceso de selección de semillas, y a mejoradorxs en el de producción, hasta que el conocimiento circule, se multiplique y dé frutos.